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foto: carlos garcía granthon

La COP20 y el discreto encanto de las ideologías

Publicado: 2014-12-05

Como era esperable, una vez que comenzó la XX Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), la controversia sobre esta cumbre se instaló, se alzaron las voces escépticas, o desencantadas, las proclamas algo flamígeras. En algún caso, a mi juicio, desatadas y sin más fundamento que la bilis política.

Ricardo Milla, por ejemplo, columnista de Exitosa Diario –y según me refieren miembro del Partido Socialista-, sostiene que la COP 20 es “una estafa” y que la gente que se reúne allí lo hace “para ver la mejor manera de depredar el planeta”. Con el mayor respeto climático que este momento exige, me parece que esos argumentos son, digamos, poco sostenibles.

Por un lado, porque totalizan al conglomerado que ahora circula por el Pentagonito, entre quienes sin duda hay comandos encubiertos de la depredación planetaria, pero también hay indígenas, gente de ONGs, negociadores sinceros. Y que no son necesariamente, como se sostiene, los representantes de Venezuela, Brasil, China, Rusia, Cuba, Ecuador.

No es casualidad esa mención: son todos los países ‘bolivarianos’ o los antiguos países socialistas. Pero cuando uno va al terreno de los hechos, no de las especulaciones, se encuentra con que la ideología no santifica ambientalmente al país. Para nada. China, por citar el caso más emblemático, es renuente a asumir compromisos en el marco de la COP.

Hace unos días pactó con Estados Unidos –nada menos que con el ‘imperialismo’-, al anunciar que se pondrá un tope de emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) para el 2030. ¿No parece muy progresista, no? Claro, irá cambiando su matriz energética, pero lo que es necesario resaltar es que la izquierda o la derecha no definen siempre el debate climático.

Históricamente no ha sido así y basta ver los impactos ambientales que producía la URSS, cuando tenía a la gerontocracia socialista al mando. La propia Venezuela, que suele tener un discurso contestatario en las COPs, es también integrante de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y, por ende, difícilmente se jugará el partido a fondo.

Pero si desde la izquierda hay esas miradas, en la derecha navega algo quizás peor: el negacionismo climático. O sea, no pasa nada. Todo es una invención de las ONG -¡que quieren ganar harto dinero!-, una suerte de conspiración misteriosa, impulsada por intereses inconfesables, detrás de los cuales, de pronto, está cierto comunismo internacional demodé.

Todo, todo es debatible en esta vida. Hasta la muerte, según algunos. Y, por supuesto, el cambio climático no es la excepción. Pero no parece casual que las objeciones al fenómeno provengan de think thanks conservadores como el Hudson Institute o el Cato Institute, muy vinculados a un ultraliberalismo casi desatado. A la idea de que no es cierto que la Tierra no da más.

Un gran negacionista: George W. Bush. Otro: Rick Perry, ex precandidato presidencial republicano, quien en el 2011 dijo que “se malgastaban billones de dólares” en este asunto, un argumento curiosamente parecido al de una parte de la izquierda, que piensa que todo es una farsa. En esa ruta, se obvia la biodiversidad del mundo, de la política, de la vida.

Más consecuentes me han parecido hasta ahora los miembros de la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés), que piden por su supervivencia y la del planeta. Como la representante de Nauru, que ya ha hablado en la COP20. O como algunos países africanos, que sin mucha ideología exponen su dramática vulnerabilidad.

Sí, en esta, como en otras tantas cumbres, no hay poco de opereta, de mezquindad y triquiñuelas, pero también de heroísmo e inteligencia. O al menos propuestas claras, como las de la Unión Europea. Ese es el mundo que tenemos, por el cual debemos luchar, en las canchas oficiales, como las COPs, o en escenarios como la Cumbre de los Pueblos.

Lo que no se puede hacer es hablar sobre este tema, tan grave, desde el desconocimiento y con anteojeras ideológicas zurdas o derechosas. O desde la pereza de no enterarse y maldecir a mansalva. Es complicadísimo entender estas cumbres –próximamente escribiré sobre la pasión de las COPs por las siglas-, aunque necesario. La política mundial se juega en ellas.

Dos grados de temperatura nos separan de la ignorancia o la posibilidad. Y aún si se sigue creyendo que todo este esfuerzo es inútil, allí están los indígenas, la gente en la calle, y los medios, hablando sobre medio ambiente como nunca antes. El Poder tiene que escuchar ese clamor, pero la forma de que lo escuche no es condenando a la hoguera toda negociación.


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Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

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