Pérdidas, daños y movimientos extraños
La COP se entrampa por la resistencia a aceptar la posible compensación futura a algunos países. El consenso se vuelve escurridizo
“Ya sabemos cuáles son las líneas rojas”, dijo Manuel Pulgar Vidal, presidente de la COP 20, antes de pedir “encarecidamente”, que se logre un consenso y se saque el ansiado documento, que pasada la 1 de la tarde del sábado 13 de diciembre del 2014, un día después de la fecha prevista para que termine el evento, no veía la luz. El cansancio ya se apoderaba del cuerpo y la mente de negociadores, observadores, periodistas.
Y acaso hasta del personal encargado de la logística. Previendo algún apresuramiento proveniente de ese frente, la delegación española colocó en su oficina un cartel que decía “ya volvemos, no se lleven el despacho”. Incluso han desaparecido algunos de los sofás acolchados, de color amarillo, que había en el recinto de la prensa. Ahora hay que hacer cola hasta para una siesta. ¿A qué se debe tal panorama en esta cumbre?
Parece haber algunos temas que bloquean la llegada del consenso para elaborar lo que se rotula como las ‘Decisiones’ de la COP 20, y que es documento en el que se precisa cómo será la ‘Implementación de todos los elementos de la decisión 1 de la Conferencia de las Partes 17 (COP 17) realizada en Durban, Sudáfrica, en el 2011. En cristiano, esto significa cocinar los contenidos de lo que debe haber en el acuerdo global vinculante.
Acuerdo que regiría a partir del 2020, cuando termina el segundo período del Protocolo de Kioto (2012-2020) y que, a diferencia de este, debe contar con la ‘contribución’ de reducción de gases de efecto invernadero (GEI), ya no de 38 países industrializados, sino de todas las partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Todo para que la temperatura global no suba más de 2 grados.
Ya se sabe: si se pasa ese límite, si por ejemplo la temperatura sube a 3 ó 4 grados, podrían sobrevenir eventos climáticos inmanejables, o hasta desastrosos, como inundaciones y sequías mucho más furiosas aún de las que ya estamos viendo. Los 196 delegados de los Estados o países, agrupados en varios bloques, son conscientes de eso, pero en las plenarias ya extenuantes que se vienen realizando no se ponen de acuerdo, no logran el consenso, aplauden, hablan, callan.
¿Dónde están los entrampamientos? Uno, tal vez el principal, se llama ‘Pérdidas y Daños’. Ese es uno de los ‘elementos’ que, se propuso, debería figurar en el texto final, ese que está provocando tantos tumbos y con el cual se preparará –durante el 2015 y, finalmente, en la COP 21 de París- el ansiado nuevo acuerdo global. Numerosos delegados se han parado en medio de la Plenaria para casi exigir que vaya.

foto: carlos garcía granthon
El de las Islas Salomón dijo, por citar una de las intervenciones más dramáticas, lo siguiente: “incluyan pérdidas y daños, les hago este ruego, por favor tiendan la mano, pido a los que son fuertes que acepten una decisión que tendrá un impacto sobre nuestras vidas”. El de Filpinas, donde todavía se siente la resaca del tifón Hagupit, se refirió a lo mismo, y añadió que también debería incluirse “el tema de los derechos humanos”.
El asunto es delicado y puede servir para entender uno de los meollos centrales, complicados, de la COP 20. Incluir ‘Pérdidas y daños’ como uno de los elementos del futuro acuerdo significaría reconocer que hay países que ya no podrían ‘adaptarse’ a los efectos del cambio climático, como las Islas Salomón, precisamente, o como Tuvalu, Vanuatu o Nauru -todas islas de Oceanía- que corren el riesgo de desaparecer.
Filipinas teme un escenario así, lo mismo que la mayoría de países africanos y algunos latinoamericanos (el delegado de El Salvador tuvo un discurso en ese sentido), lo que acarrearía que a dichas naciones se les tenga que dar una compensación económica. O, como comentaba un observador, cargar con los problemas que eso significaría en términos de desplazamiento personas, ayuda para reconstruir el país y otros rubros.
Más dinero, recursos o ayuda, en suma, algo que buena parte de los países desarrollados no ve con simpatía, porque asumen que son en su mayoría ellos los que deberán asumir ese costo adicional. Claro, la idea es que se asuma entre todas las Parte de la CMUNCC, pero el principio de realidad financiero sugiere que los países en vías de desarrollo tienen una notoria desventaja frente al bulto que se les viene. Podrían volverse aún más pobres.
De allí el dramatismo de algunas intervenciones. En dos versiones anteriores de este texto final de la COP 20, ‘Pérdidas y Daños’ estaba incluido en el rubro ‘Adaptación’. Incluso eso parecía insuficiente para los países que exigen su presencia en el documento futuro, entre otros los agrupados en la Alianza de Pequeños Estados Insulares (AOSIS, por sus siglas en inglés). Con todo, en la última versión este ingrediente fue extirpado.
Por eso, en parte, la demora. Porque esa es, para algunos países, una de las ‘líneas rojas’ de las que habla Pulgar Vidal. Otra es el tema de los esfuerzos que se deberían desplegar antes del 2020, para mitigar la emisión de GEI. Como Kioto no ha funcionado, y tampoco compromete a todas las Partes, antes de que el nuevo acuerdo nazca se deben poner en marcha algunos esfuerzos para que la atmósfera no se siga calentando perniciosamente.
Mientras se escribe esto, el presidente de la COP 20 se está reuniendo –por espacio de ’10 minutos’ según él- con los bloques de negociación, que son por lo menos 15, entre ellos los BASIC (Brasil, Sudáfrica, India y China), el grupo ‘Paraguas’, donde está Estados Unidos, la Unión Europea o la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Este último, reacio a la manera cómo se está elaborando el texto.

foto: carlos garcía granthon
Otro tema complicado es cómo se van a establecer las Intenciones de Contribución Nacionalmente Determinadas (INDC, en inglés), es decir lo que pondrá cada país para mitigar la emisión de GEI ("contribuciones"aquí no se refiere a dinero, sino a tasas de reducción de emisiones). No ha quedado claro cómo se va a monitorear esto, algo vital para que coincida con las preocupaciones de la ciencia en torno al aumento de la temperatura global. Pero, vamos, a la hora de la real politik eso no parece contar mucho.
Se prevé una Plenaria hacia la noche. Esta es la COP, este es el mundo, esta es nuestra especie. Era esperable que, en el debate climático, el nuevo y gran escenario de las Relaciones Internacionales, ocurriera esto. Lo que es preocupante es que el ‘consenso’ se entrampe por cálculos geopolíticos, financieros, energéticos. Y en ese trance se pierda de vista el riesgo global. Esta noche, sin embargo, es posible que asome un rayo de sensatez.